¿Un “culto malvado”?

Puntos clave

  • A lo largo de la década de 1990, los principales funcionarios del régimen chino elogiaron a Falun Dafa por sus beneficios para la salud y el bienestar.
  • Debido a que se hizo tan popular e independiente, el principal líder comunista de China ordenó la eliminación de Falun Dafa.
  • Varios meses después de que comenzara la persecución, los líderes chinos etiquetaron inicialmente a Falun Dafa como un ‘culto’ para justificar la campaña y disuadir las críticas.
  • Los académicos y los grupos de derechos humanos en Occidente llaman a la etiqueta de ‘culto’ una herramienta política, y la ‘falsa etiqueta’ tiene como objetivo avivar la persecución.

A principios y mediados de la década de 1990, Falun Dafa, sus practicantes y el fundador Li Hongzhi disfrutaron de un apoyo gubernamental sustancial y una cobertura positiva en los medios de comunicación estatales. Algunos informes de los medios estatales de ese período elogian los beneficios para la salud de la práctica de Falun Dafa y muestran que los seguidores reciben “premios de ciudadanos saludables”. En un evento que hoy sería inimaginable, el Sr. Li dio una conferencia en la embajada china en París, en 1995, por invitación del gobierno Freedom House, “La batalla por el espíritu de China” (2017)

(Lea el informe de Freedom House aquí)


Falun Dafa no fue “prohibido por el gobierno chino como un culto malvado” el 22 de julio de 1999, como escriben muchos periódicos con bastante descuido. Este término empezó a usarse apenas en octubre de ese año.

Cuando se aplicó el término, no fue el resultado de un análisis medido, hallazgos de investigación o debate teológico. No se llegó a esta etiqueta por los estudiosos de la religión, ni por los sociólogos o psicólogos. Tampoco hubo un consenso del gobierno.

Más bien, fue un movimiento político, diseñado por un individuo identificable. Esa persona fue Jiang Zemin, entonces jefe del partido comunista de China. Según un informe del Washington Post del 9 de noviembre de 1999: “Fue el Sr. Jiang quien ordenó que se tildara a Falun Dafa de ‘culto’ y luego exigió que se aprobara una ley que prohibiera a los cultos”.

La etiqueta apareció en un momento en que la naciente cruzada anti-Falun Dafa del partido se había convertido en un torpe lío de relaciones públicas. Falun Dafa no solo se estaba enfrentando al régimen, sino que los medios violentos que se usaban en su contra, como la tortura y las demostraciones públicas de brutalidad policial, estaban cambiando el rumbo de la opinión pública a favor de Falun Dafa. El público chino se estaba volviendo cada vez más comprensivo con la difícil situación del grupo, incluso cuando la propaganda del partido incrementó repetidamente. Mientras tanto, la crítica internacional iba en aumento.

Había que hacer algo para que la campaña no fuera un fracaso embarazoso y costoso. Algunos estaban poniendo en tela de juicio la legitimidad de su gobierno, con razón. Jiang necesitaba desesperadamente frenar la marea de apoyo a los meditadores pacifistas.

”El grupo [Falun Dafa] no cumplía con muchas definiciones comunes de un culto: sus miembros contraen matrimonio fuera del grupo, tienen amigos externos, tienen trabajos normales, no viven aislados de la sociedad, no creen que el fin del mundo es inminente y no se le da dinero a la organización. Lo más importante es que no se acepta el suicidio, ni la violencia física … [Falun Dafa] es, en el fondo, una disciplina apolítica, orientada hacia el interior, que tiene como objetivo limpiarse uno mismo espiritualmente y mejorar la salud.”

 

— Ian Johnson, The New York Times (formalmente con el Wall Street Journal), quién ganó  el Premio Pulitzer por su reportaje sobre Falun Dafa.

El movimiento de etiquetar a Falun Dafa como un “culto malvado” fue, por lo tanto, para el interés personal de Jiang, tal como la persecución misma.

Según el Post, “La represión se llevó a cabo para demostrar y solidificar el poder del liderazgo chino… Fuentes del Partido Comunista dijeron que el comité permanente del Politburó no apoyó unánimemente la represión y que el presidente Jiang Zemin decidió por sí solo que Falun Dafa debe ser eliminado”.

Citando a un funcionario del partido, sobre la misma historia señaló que: “Esto, obviamente, es muy personal para Jiang”.

Entonces, ¿qué esperaba lograr Jiang con la etiqueta?

Primero, estaba destinada a socavar la simpatía del público por el acosado Falun Dafa, convirtiendo la empatía en sospecha. En segundo lugar, desviaría la atención de los actos ilegales del estado-partido hacia la víctima, poniendo en duda su integridad. En tercer lugar, serviría para deshumanizar a Falun Dafa, allanando el camino para violaciones de derechos más drásticas; de hecho, la tortura y la violencia aumentaron enormemente en los años siguientes. En cuarto lugar, describiría a los seguidores de Falun Dafa como “víctimas” de algún líder de culto, víctimas que entonces el estado benevolente podría “rescatar” y “rehabilitar”.

Pero el término también tenía una aspiración más lejana. Una que se desarrollaría en el extranjero, más allá de las fronteras de China. Específicamente, estaba destinado a resonar con el Occidente y exonerar sus crímenes contra la humanidad.

Según un informe del 14 de febrero de 2001 en la edición asiática de The Wall Street Journal , el partido comunista de China ha “adoptado con entusiasmo el lenguaje y los argumentos del movimiento occidental contra los cultos en su propaganda contra Falun Dafa … China se ha adherido al movimiento anti-cultos para justificar su represión”.

“The entire issue of the supposed cultic nature of Falun Gong was a red herring from the beginning, cleverly exploited by the Chinese state to blunt the appeal of Falun Gong and the effectiveness of the group’s activities outside China.”

 

— David Ownby, Director of the Center of East Asian Studies at the University of Montreal

Una prueba más de ese hecho es el propio término en inglés, “cult” o “evil cult”, que es una traducción manipulada del chino. Como señala Amnistía Internacional, el término chino “xiejiao” quizás se traduzca con más precisión como “organización herética” o religión herética. Según al menos una fuente, se llegó a la etiqueta de culto con la ayuda de una empresa de relaciones públicas occidental. Fue diseñado, es decir, para hacer frente a los temores de las sectas en Occidente, donde Falun Dafa y sus parientes de qigong eran en gran parte desconocidos y podrían ser retratados como nefastos.

Finalmente, cabe señalar que los eruditos occidentales de la religión que han estudiado Falun Dafa en profundidad, como David Ownby, han notado que Falun Dafa no comparte las características de las sectas. No implica el culto al líder ni cobra honorarios; tampoco aísla a los practicantes de la sociedad, interviene en sus vidas personales o fomenta cualquier comportamiento que pudiera interpretarse como ilegal o peligroso. En cambio, esos estudiosos lo han reconocido como un nuevo movimiento religioso.

De manera similar, una amplia gama de actores internacionales, incluidos los relatores especiales de las Naciones Unidas, destacados grupos de derechos humanos y gobiernos democráticos, se han referido repetidamente a la campaña contra Falun Dafa como una persecución religiosa injustificada en lugar de una política gubernamental legítima para librar a la sociedad de una supuesta influencia negativa.

En todo caso, entonces, quizás el afán de los gobernantes comunistas de China por calificar a un grupo de meditación pacifista, abierto y benévolo como un “culto malvado” denota la propia conciencia culpable de ese partido.

Esa posibilidad fue debidamente señalada por la revista Time, cuando en junio de 2001 comentó que “ellos [Falun Dafa] no son asesinos; mientras tanto, en sus 51 años de historia gobernando China, el Partido Comunista ha sido responsable de la muerte de decenas de millones de ciudadanos inocentes, incluidos sus propios seguidores. Quizás el culto malvado es el propio partido de Jiang”.

Lista completa de “conceptos erróneos”