Resistencia pacífica

Antes no se podía doblar una esquina en China sin probar el sabor de Falun Dafa. Los practicantes llenaban los parques de la nación al amanecer para practicar sus ejercicios tipo Tai-chi. Sus textos, regularmente bestsellers estaban en los estantes de las librerías de Wangfujing. Y en el verano de 1999, innumerables seguidores llenaron las calles de la capital de China en protesta por la prohibición ilegal que pronto se transformaría en lo que los principales abogados de derechos humanos han llamado "genocidio".

Si, en la década de 1990, Falun Dafa estaba en el ojo del público chino, a medida que se acercaba el nuevo siglo sucedió lo mismo en el Occidente: en 1999 y 2000, los informes de las audaces protestas de Falun Dafa en la Plaza de Tiananmen así como, a menudo, sus trágicas consecuencias, fueron noticias diarias en la prensa occidental. La mayoría de los ávidos lectores de noticias tenían conocimiento de la práctica y de su prohibición.

Pero, desde entonces, como se cuenta en una redacción de Leeshai Lemish, Falun Dafa ha desaparecido en gran medida del radar de los medios de comunicación, si no de la conciencia del público. Y, de hecho, han desaparecido los días en que miles de personas se reunían para protestar en el corazón simbólico del estado chino; en los últimos cinco años, las banderas amarillas específicas, los gritos de protesta y las muestras abiertas de violencia policial como respuesta han estado ausentes.

Entonces, ¿a dónde se ha ido Falun Dafa, si es que se ha ido a alguna parte? ¿Y qué ha sido de él? ¿El estado comunista más grande del mundo —un Goliat contra un David, a todas luces— ¿ha propuesto una “solución” al “problema de Falun Dafa”, es decir su “erradicación”? Muchos han interpretado la ausencia de la protesta pública como un “sí” implícito. Sin embargo, están muy lejos de la verdad.

La fuerza o inspiración detrás de las primeras protestas de Falun Dafa no se ha extinguido, y mucho menos disminuyeron sus seguidores. Todo lo contrario, sólo aumentaron, madurando y evolucionando. Con una tenacidad nacida de la convicción espiritual, el grupo ha resistido veinte años de brutalidad hasta llegar a ser, hoy en día, un catalizador para el cambio en China, a una escala que pocos podrían haber imaginado. En la actualidad, se está llevando a cabo un enorme esfuerzo en materia de derechos humanos, que abarca desde llamadas telefónicas hasta volantes, exposiciones públicas, intercepción de señales TV, imprentas clandestinas e incluso las artes. Y, a diario, se unen voces que no son de Falun Dafa para exigir un cambio, cansadas de un gobierno opresivo.

A pesar de ser tan poco conocido en Occidente, lo que sucede es probablemente el movimiento más grande en la historia de China, si no del mundo. Nunca en la historia de China se ha visto un movimiento de este tipo que combina la no violencia, la alta tecnología y la convicción de creencia.

Esta es una historia que, una vez completada, probablemente se recordará en China por las generaciones venideras.

COERCIÓN Y CRISIS

A finales del 2001, Falun Dafa en China sufría las repercusiones de una campaña de estilo maoísta, diseñada para “erradicar” el grupo de meditación. Para muchos, habían regresado los días más oscuros del gobierno comunista.

Fue en ese año que los líderes de China autorizaron oficialmente “el uso sistemático de la violencia contra el grupo”, según The Washington Post, combinado con “una red de clases de lavado de cerebro” y una campaña para “eliminar a los seguidores vecindario por vecindario y lugar de trabajo por lugar de trabajo… Supuestamente, ningún miembro de Falun Dafa debía ser perdonado”. The Post contó que James Ouyang un ingeniero eléctrico de 35 años y otros colegas como él “fueron golpeados, torturados con picanas eléctricas y sometidos a un dolor físico insoportable”. Un funcionario del partido que había asesorado al régimen sobre la represión declaró que: “Se están utilizando toda la brutalidad, recursos y métodos de persuasión del sistema comunista, y están teniendo efecto”.

Y así parecía. The Post relataba que, en  el momento en que Ouyang salió del campo de trabajo forzado, ya había renunciado a la enseñanza de Falun Dafa y rechazado la práctica. Se había unido a las filas de los “reformados”, como los llaman los oficiales del partido. Estadísticamente, su ruptura con la práctica significó un estudiante menos de Falun Dafa.

Pero, ¿era esto lo que Ouyang realmente quería? ¿Era una expresión de su propia voluntad, de su libre elección o de algún entendimiento? Dudosamente.

La historia en The Post cuenta detalles conmovedores acerca de cómo Ouyang fue “reducido a una ‘cosa obediente'” durante el curso de diez días de tortura. Lo desnudaron e interrogaron durante cinco horas seguidas. Cualquier falta de respuesta “correcta” (con un “sí”) llevaba a repetidas descargas con picanas eléctricas. Se le ordenó que se quedara inmóvil frente a una pared; por cualquier movimiento que hiciera, recibía descargas eléctricas; por desplomarse de la fatiga, también lo torturaban con descargas eléctricas. Para el sexto día, Ouyang ya no podía ver bien, como resultado de mirar fijamente  la pared a tres pulgadas de su cara todo ese tiempo. Aún así, lo electrocutaron una vez más, sus rodillas se doblaron y fue cuando finalmente cedió a las demandas de los guardias. Durante los siguientes tres días renunció a las enseñanzas de Falun Dafa. Sin embargo, los oficiales continuaron torturándolo con descargas eléctricas, lo que provocó que se ensuciara repetidamente. Sólo para el día 10 la denuncia fue considerada “suficientemente sincera” por las autoridades. Luego fue trasladado a clases de lavado de cerebro donde, después de 20 días de sesiones de 16 horas y un rechazo formal a Falun Dafa grabado en video, Ouyang finalmente “se graduó”.

Los casos de “transformación” como el de Ouyang, se celebran rápidamente por los funcionarios del partido, como modelos de éxito. De ahí las grabaciones en video. Para el gran mundo fuera del campo de trabajo forzado o para aquellos que se encuentran escondidos en el complejo central del liderazgo de Beijing, parecía como si en realidad el partido-estado estuviera anotando “victorias” contra Falun Dafa.

Pero la naturaleza poco convincente de tales “éxitos” ha sido  –y sigue siendo–  oculta a los espectadores. Pocos han considerado cuán terriblemente forzados y frágiles son. Se basan en la capacidad del régimen para coaccionar. Exigen de las personas declaraciones en las que no creen, por lo que accionan, a menudo, con terribles muestras de crueldad. El individuo “transformado”, una vez de vuelta en el mundo, es siempre una carga para el estado. Se le debe hacer sentir continuamente amenazado para recordarle el dolor y la brutalidad que una vez sintió. Debe estar aislado, para que las interacciones con otros adherentes “no reformados” no reaviven la afinidad original con la práctica. Y se debe privar el acceso a las enseñanzas escritas de la práctica o incluso a la información disidente (no controlada por el estado) sobre la persecución los practicantes. Si falla cualquiera de estas medidas coercitivas, la “transformación” podría dejar de hacer efecto.

Por supuesto, este ha sido un planteamiento peligroso para un gobierno que no puede permitirse proporcionar educación básica o atención médica a cientos de millones de ciudadanos rurales que sufren una pobreza extrema, o que fue testigo de unos 87,000 disturbios e “incidentes masivos” hace sólo dos años. ¿Tiene realmente los recursos, o el carisma, para llevar a cabo tales tácticas para siempre? Como escribió un corresponsal de The New York Times, en 1999: “¿Ha llegado a esto: que el Partido Comunista Chino está aterrorizado de los jubilados en zapatillas de tenis que siguen a un maestro espiritual en Queens?”.

Tampoco parece que los gobernantes en China hayan considerado lo que implica la campaña a largo plazo. ¿Qué significa para el mayor régimen político del mundo prohibir e intentar “erradicar” a un grupo de meditadores que aspiran a vivir una vida de virtud? La Agencia de Noticias Xinhua, el portavoz oficial del Partido Comunista Chino, afirmó a qué se enfrentaba el partido en un comentario involuntariamente cándido, a una semana de la campaña. Xinhua declaró que: “De hecho, los llamados principios de “verdad, benevolencia y tolerancia” predicados por [el maestro de Falun Dafa] Li Hongzhi no tienen nada en común con el progreso ético y cultural socialista que estamos tratando de lograr”.

Otros, como el analista chino Willy Lam, observaron pronto los frutos mortales que el partido estaba cosechando. Escribiendo en el mismo año del terrible calvario de Ouyang (2001), Lam declaró que “China está al borde de una crisis de chengxin que amenaza no sólo con desgarrar su tejido moral, sino también con descarrilar las reformas económicas y políticas”. “Chengxin”, explica Lam en otra parte de su ensayo, es el término chino para “honestidad” y “confianza”.

Hoy, después de más de dos décadas de la campaña contra Falun Dafa, la crisis de chengxin se ha hundido a nuevas profundidades, como lo atestiguan las divulgaciones diarias de productos contaminados que salen de China. Pocos han relacionado la pasta dental envenenada con la situación de Falun Dafa, pero la conexión no es exagerada. Eliminando 100 millones de los mejores ciudadanos del país, asustando a cualquiera que intente vivir de forma similar a ellos (practicantes de Falun Dafa) y obtendrás le receta para un desastre. O jarabe envenenado para la tos, si quieres.

REGRESANDO

Los practicantes de Falun Dafa se reúnen en secreto con periodistas occidentales, cerca de Beijing, donde demuestran algunos de los ejercicios de Falun Dafa y relatan los abusos de los derechos humanos que enfrentan ellos y los de su comunidad.

Muchas personas, como Ouyang, nunca llegaron a odiar realmente a Falun Dafa. Las denuncias de la gran mayoría de los adherentes “transformados” fueron arrancadas literalmente con tortura y amenazas. Sin embargo, lo que sí aprendieron a odiar fue el partido-estado. Ouyang le dijo a The Washington Post: “Ahora, cada vez que veo a un policía y esas picanas eléctricas, me siento enfermo a punto de vomitar”. En otras palabras, las declaraciones de lealtad al partido, aseguradas en las entrañas del gulag de China no equivalían verdaderamente al entusiasmo revolucionario.

En cambio, testigos en China sugieren que engendraron un profundo resentimiento contra el opresor y lo cuestionan. Como lo dice el título de un poema del maestro de Falun Dafa: “La coerción no puede cambiar el corazón de la gente”. Falun Dafa les ha dado mucho a tantos: una salud muy vibrante, un nuevo significado de la vida, mejores relaciones interpersonales y un sentido de optimismo contagioso. Renunciar a la práctica era, para muchos, un regreso a un estado de quebrantamiento.

No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a aparecer declaraciones públicas anulando la retractación forzada. Tituladas “declaraciones solemnes”, las declaraciones comenzaron a aparecer en el sitio web principal de Falun Dafa, Minghui.org. Cientos de seguidores escribían sus experiencias todos los días. Tong Shixun quien fue abusado por las autoridades en un campo de trabajo forzado en la provincia de Shandong, escribió en septiembre de 2001 que deseaba “declarar solemnemente como nulo y sin efecto todo lo que dije y escribí mientras no estaba en mi sano juicio, como resultado de una intensa persecución”. Como muchos otros, su declaración fue acompañada por un voto de resistencia a la persecución. “Estoy decidido sobre mi práctica; aprovecharé esta oportunidad de tiempo para exponer la maldada que está ocurriendo”, escribió Tong. “Redoblaré mis esfuerzos para aclarar la verdad y corregir mis errores”.

Más de 350 millones de chinos han firmado una petición de renuncia al PCCh y a sus organizaciones afiliadas.

Asombrosamente, hoy en día, se han registrado en web 350.000.000 de tales declaraciones. La cifra da una idea de los enormes cambios que están ocurriendo. Consideren lo que se describe en cada una de las declaraciones. Primero, el individuo debe estar dispuesto a hacer una declaración pública. Este acto, por sí solo, puede llevarlo, y ya ha sucedido, de vuelta en el gulag. Luego la persona debe tener acceso a Internet. A diferencia de los Estados Unidos, sólo 1 de cada 26 personas en China posee una computadora, mucho menos tiene acceso a Internet. Además, sólo para acceder al sitio web de Minghui -y enterarse de la posibilidad de hacer una declaración- se requiere el acceso a programas sofisticados, debido a la censura de Internet por parte del gobierno chino. Por último, enviar la declaración al sitio web es, en sí mismo, una misión, ya que existe una extensa variedad de filtros y monitores de Internet que impiden cualquier comunicación sobre Falun Dafa. Podemos deducir que, por cada persona que emite una declaración que llega a la web y es contada, existen otros 50 adherentes que han regresado a la práctica sin anunciarse.

Los relatos de aldeas rurales, incluso remotas, recibidos por los editores de Minghui y el Centro de Información de Falun Dafa confirman este punto. Muchos informan que la gran mayoría de los practicantes locales vetados han regresado a Falun Dafa con un compromiso aún más fuerte.

En algunos casos, tomar Falun Dafa no es tanto una cuestión de regresar, sino de comenzar. Tal fue el caso de Zhang Xueling de 32 años de la provincia de Shandong. De acuerdo con The Wall Street Journal, Zhang tomó la práctica después de un encuentro casual en la cárcel. Zhang había sido encarcelada por investigar la muerte de su madre, Chen Zixiu de 58 años quien fue asesinada por la policía china por su fe. En la prisión, Zhang conoció a varios prisioneros de conciencia de Falun Dafa y se dio cuenta de que ellos fueron los únicos que la trataron amablemente en la prisión. La experiencia la conmovió. Después de su liberación, ella misma comenzó a practicar Falun Dafa.

“Solía ser materialista y creía que todo en la vida se podía ganar con el trabajo duro” dijo Zhang al periódico. “Pero Falun Dafa tiene más sentido. Se basa en tres principios: Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Si nos adherimos a éstos, ¿no es eso un significado más profundo de la vida?”.

Sin embargo, fuentes en China señalan que muchos se han mantenido en su fe hasta el final, desafiando cualquier intento de “transformación” del Partido Comunista Chino. Algunos simplemente no han sido tocados. Muchos  han resistido la tormenta. Otros, como en el caso de la Sra. Gao Rongrong, una contadora de 37 años de edad en la ciudad de Shenyang, pagaron el precio hasta el último momento. Gao fue torturada hasta la muerte por negarse a renunciar a sus creencias. Hasta la fecha, se sabe que más de 3.000 practicantes de Falun Dafa han sido asesinados en la persecución.

CONVICCIÓN

Una mujer desafía a un policía vestido de civil, en la Plaza de Tiananmen.

Si la extensión de Falun Dafa pasó desapercibida por los observadores externos, lo mismo sucedió con su fuerza, particularmente su fuerza de convicción. Sin embargo, esta es una omisión, ya que se trata del mayor movimiento no violento del siglo XX. Gandhi proclamó una vez que: “Un pequeño cuerpo de espíritus decididos, encendidos por una fe insaciable en su misión, puede alterar el curso de la historia”. Mucho más si se trata de un grupo de millones de personas fuertes, templadas y en crecimiento.

La primera capa de convicción es determinante. Desde el fatídico día de julio de 1999, en que su fe fue declarada ilegal, los practicantes de Falun Dafa han considerado su difícil situación como un caso de flagrante injusticia y tuvieron toda la razón. Es decir, la prohibición y la subsiguiente escalada a la violencia y asesinatos violan la constitución de China en múltiples frentes, así como los pactos internacionales firmados por China. La libertad de creencia religiosa está garantizada en China, al menos en el papel. Fue hasta octubre que la legislatura de China promulgó leyes que legitimaran la supresión del grupo, sin tomar en cuenta que se estaban aplicando con carácter retroactivo. La práctica no había violado ninguna ley con sus reuniones tranquilas y pacíficas en los parques de China, ni siquiera con su reunión masiva para apelar al gobierno central, en las afueras de Zhongnanhai, la sede central del liderazgo chino en abril de 1999, después de que varios practicantes fueran agredidos físicamente por la policía de la ciudad de Tianjin. (De hecho, han sido las autoridades de Tianjin las que les indicaron a los practicantes que se dirigieran a la oficina central de peticiones en Beijing).

Se trata de una convicción profunda, ya que surge a nivel espiritual. Muchos se dieron cuenta rápidamente de que la persecución estaba dirigida no tanto a lo que hacían, como a lo que creían, a quiénes eran. Lo que estaba en juego era totalmente diferente. Lo que estaba en riesgo no era tanto la pérdida de derechos, sino la perdida de uno mismo o de su alma.

Un practicante de China, Zhao Ming describió este significado, diciendo: “Mi experiencia personal muestra que la persecución a Falun Dafa está apuntando completamente nuestras creencias”.  Zhao fue torturado en un campo de trabajo forzado en Beijing donde estuvo recluido durante dos años. “[Es] completamente una persecución de nuestra creencia espiritual. No hicimos nada ilegal… la tortura se utiliza para ‘transformar’ a la gente en marionetas mecánicas, sin conciencia quienes pueden ser usadas como instrumentos para dañar a otros”. Ciertamente, si el fundamento de Falun Dafa es convertirse en personas moralmente excepcionales y saludables, uno se pregunta exactamente en qué quieren “transformarlos” los gobernantes de China.

Pero, por supuesto, el lavado de cerebro no se dicta fácilmente en este caso. Para muchos de los practicantes de Falun Dafa, la práctica demostró ser una fuente de inspiración y bondad. Para algunos, era una fuente de salud y vigor renovados. Para otros, era una filosofía con profundas resonancias, una nueva lente a través de la cual podían ver y navegar por la vida, a la vez que fortalecía y ennoblecía. También dio sentido al sufrimiento, como en la fe budista; la mayoría llegó a verla como algo impregnado de valor espiritual. Así, dos cosas siguieron naturalmente con el inicio de la persecución. Primero, no era algo que la gente iba a dejar de la noche a la mañana. Y, segundo, estaban dispuestos a sufrir por su fe. La persecución no era sólo un insulto a los derechos respaldados por la ley, sino una forma de violencia contra la humanidad, o incluso contra el cosmos. El proceso de auto-cultivación, como lo llaman (ver página 53), es un camino de eliminar el ego lo más posible y  poner a los demás en primer lugar, incluso a expensas del propio bienestar, cuando sea necesario. En pocas palabras, el partido se había metido en algo que le superaba.

En medio de todo esto, la convicción también ha tenido una segunda capa para el grupo de practicantes de Falun Dafa en China; una que va más dirigida hacia el entorno. Esta segunda convicción nace de un sentido de compasión, de preocupación por los demás, fomentada por la práctica. Recordemos que el proceso de auto-cultivación (ver página 57) es un camino de eliminar el yo y de considerar primero a los demás, incluso a expensas del propio bienestar, si es necesario. Sin embargo, en este caso, no es tanto el compañero de Falun Dafa lo que preocupa al practicante (aunque ciertamente éste es el caso también), sino el ciudadano común. Los practicantes de Falun Dafa sienten que los otros ciudadanos están atrapados en el mismo calvario y que, igualmente, son víctimas. Es decir, la gente ha sido engañada por la cruzada del partido contra Falun Dafa y ha aprendido, de éste, a odiar.

Cuando los practicantes de Falun Dafa dicen que estas personas han sido “envenenadas” por la propaganda del partido, se refieren a una forma de daño y contaminación de su alma. Y, como Falun Dafa enseña a amar al prójimo como a uno mismo, los practicantes están comprometidos a tender la mano a estas personas. Un practicante lo comparó con ayudar a un niño enfermo que cuando se infecta está en riesgo, pero no se da cuenta. He visto a varias personas hablando de forma similar sobre estas personas –las “otras víctimas”–, con lágrimas en los ojos. La historia apoya la perspectiva de Falun Dafa porque ¿de qué otra manera se podría ver, digamos, a los jóvenes de Alemania que, a través de una dieta diaria de discursos antisemitas aprendieron, con el tiempo, a odiar a los judíos e incluso a participar en su matanza?

Though probably most of China’s Falun Gong have never heard of Martin Luther King Jr., daily they would seem to testify to his pronouncement: “At the center of non-violence stands the principle of love.”

DE CARTELES A BANDA ANCHA

Un policía chino (derecha) se acerca a los practicantes de Falun Dafa en la Plaza de Tiananmen, mientras sostienen una pancarta que dice “Verdad Benevolencia Tolerancia”

De esta convicción, ha surgido una increíble historia de actos nunca antes vistos o cantados, actos de tremenda valentía. Y son actos que surgieron de quienes menos podríamos esperar —los ancianos, los jóvenes, los frágiles— que fueran una fuerza para el cambio en China. Lo que comenzó como un simple llamado a un espacio de respiro se ha convertido en un enorme esfuerzo de derechos que involucra a una impresionante variedad de participantes y medios. Pocos en Occidente tienen un sentido de la historia que ahora se está generando.

Al principio, los esfuerzos de Falun Dafa fueron dados a conocer por la creencia, tal vez a veces ingenua, de que la persecución fue en efecto un malentendido colosal. Es decir, que la dirección del Partido Comunista, de alguna manera, se equivocó; no entendían de qué se trataba Falun Dafa, en realidad. “¿De qué otra manera podría haber ocurrido esto?”, muchos recuerdan haberse preguntado, “cuando este grupo que no tiene ambiciones políticas se esfuerza sólo por ser mejores ciudadanos y vecinos”.

Así que se fueron a la capital de Beijing y a otros centros provinciales para apelar a las autoridades. Desde los albores del imperio chino, ha existido el sistema donde los ciudadanos pueden “apelar” al gobernante, permitiendo a los ciudadanos comunes un medio para expresar agravios y buscar una enmienda. En un año reciente se presentaron hasta 10 millones de peticiones, informa Human Rights Watch, y en un momento dado unas 10.000 personas de este tipo (“peticionarios”, como se les llama) abarrotaron las calles de Beijing.

Así que fue un primer recurso que sucedió de manera natural, cuando se anunció la prohibición el 22 de julio de 1999. Y, de hecho, pocos meses antes, el 25 de abril, parecía haberse llegado a una resolución feliz, después de que varios miles de practicantes de Falun Dafa apelaron al gobierno central; el entonces Primer Ministro Zhu Rongji se había reunido personalmente con representantes del grupo y les había garantizado su libertad de creencia.

Sin embargo, algo que poco podrían haber imaginado los seguidores fue cuán desinteresadas estaban las autoridades al escuchar las preocupaciones de Falun Dafa. Miles de personas fueron detenidas por intentar solicitar una petición, aunque es un derecho designado por el estado. En poco tiempo, se supo que todas las oficinas de peticiones tenían órdenes de arrestar a cualquier practicante de Falun Dafa que atravesaba sus puertas. Se dice que Jiang Zemin, quien ordenó la represión, quemó barriles de cartas enviadas por miembros acosados del grupo.

Pronto, se recurrió a la violencia con cada vez más frecuencia e intensidad. Testigos reportaron palizas en público. Las muertes salieron a la luz. Y los medios de comunicación internos tenían claramente sólo una agenda: la que fue establecida por el partido. Al final del primer mes de la campaña, el People’s Daily, la voz del partido, había publicado un asombroso número de 347 artículos denunciando Falun Dafa. Los maratones de propaganda habían entrado a los hogares en todo el país, durante todo el día, a través de la televisión estatal, estigmatizando a Falun Dafa como una amenaza para la sociedad. Y sólo siete días después de la campaña, las autoridades se jactaron de haber confiscado más de 2 millones de libros “ilegales” de Falun Dafa; algunas ciudades incluso fueron testigos de quemas públicas de libros, cortesía de la Oficina de Seguridad Pública.

Ahora el grupo no sólo tenía que tratar de aclarar la situación a un grupo de autoridades iracionales, sino a toda la ciudadanía que había sido confundida. Por lo tanto, los practicantes hicieron sus peticiones públicas, por así decirlo. Destacados espacios simbólicos como la Plaza de Tiananmen se convirtieron en  lugares de la conestación. Agricultores, empresarios, enfermeras, científicos e incluso niños pequeños podían ser vistos desplegando banderas amarillas. Con el propósito de esclarecer, más allá de cualquier otra cosa, el mensaje a menudo decía “¡Falun Dafa es bueno!” o “Restaurar el nombre de Falun Dafa”.

Como era de esperar, las autoridades del partido ya no mostraron disposición ante estos actos. Típicamente, el manifestante se encontraba con puños y pies de la policía china, seguidos de interrogatorios y luego encarcelamientos o tres años en un campo de trabajo. El precio era alto y palpable.

A partir del 2002, hubo un cambio de guardia, por así decirlo, seguido de una nueva era de esfuerzos más sofisticados, realistas y más decididos. Fue ese año que un grupo de 50 practicantes occidentales de Falun Dafa viajaron a Tiananmen para declarar, de nuevo con bandera amarilla, simplemente “Verdad, Benevolencia Tolerancia”. En ese momento, ya pocos practicantes chinos viajaban a Tiananmen, por varias razones, e incluso menos lo harían a partir de entonces. Fue el comienzo de una nueva era, aunque una en la que Tiananmen tendría muy poca importacia, curiosamente. Ahora los esfuerzos se extenderían a todas las ciudades, calles, callejones y hogares.

Para el mes de marzo del mismo año, los practicantes de Falun Dafa en la ciudad noreste de Changchun (notablemente, el lugar de nacimiento de la práctica) lograron interceptar las líneas de una red de televisión por cable importante, y reemplazaron la programación normal con un video informativo sobre Falun Dafa. La intercepción se llevó a cabo en ocho canales diferentes y duró cuarenta y cinco minutos. Para miles de residentes de la ciudad, fue la primera vez en tres años que estaban expuestos a una presentación independiente de la práctica y su difícil situación; el simple hecho de tratar de leer acerca de Falun Dafa en Internet podría llevar uno a la cárcel. El gobierno, tanto local como central, quedó tan conmocionado que se ordenó la ley marcial en Changchun y comenzó una cacería humana. Las órdenes eran “disparar a matar” y “disparar a la vista” cualquier intento de otra intercepción. Los involucrados en el episodio fueron eventualmente rastreados, torturados y asesinados.

Pronto llegaron informes sobre hazañas de ingeniería similares en otras provincias, como Sichuan y Liaoning, con reacciones paralelas del partido. Las apuestas en ambos lados habían aumentado exponencialmente.

En esa época, las imprentas subterráneas, llamadas “sitios de materiales” por los involucrados, comenzaron a proliferar en todo el país. Esta fue la respuesta más cercana a un medio de comunicación, dentro de China, para contrarrestar el panorama informativo monopolizado por el partido-estado. Modestos y rudimentarios, los sitios son a menudo escondidos en alguna esquina de la casa de un practicante de Falun Dafa. Los más básicos, consisten de algún tipo de impresora; algunos, tal vez, tienen una copiadora y una computadora. Aquí, en estos espacios pequeños, los practicantes determinados a comunicar la verdad ensamblan una serie de materiales informativos caseros, generalmente volantes, folletos y VCD.

Luego, por lo general al amparo de la noche, equipos de practicantes (o a veces individuos solitarios) van a un determinado lugar para distribuir los materiales. Al amanecer, se pueden ver folletos reposando en cestas de bicicletas y colocados en las murallas de la ciudad, VCD deslizados debajo de las puertas de las casas, o folletos escondidos debajo de limpiaparabrisas o tal vez en un buzón de correo. En marzo de 2002, The Washington Post había informado de que miles de VCD estaban apareciendo en las principales ciudades. Mientras tanto, una mujer que desde entonces ha escapado de China, Wang Yuzhi, describe en sus memorias Chuanyue Shengsi (Cruzando el límite de la vida y la muerte) que ya a mediados de 2001, había impreso en un lapso de tres días varios cientos de miles de volantes, que otros practicantes distribuyeron luego en la provincia de Heilongjiang. Para otros, como en el caso de Wang, todos los gastos salen de sus propios bolsillos.

Con el tiempo, los sitios de materiales han crecido sólo que son más sólidos, al igual que la distribución. Varias ciudades informan ahora de que ciudadanos regulares que no son practicantes de Falun Dafa se unieron a la actividad de imprimir y distribuir estos materiales.

Las pancartas todavía se despliegan en apoyo a los practicantes de Falun Dafa en China, pero a una escala mucho menor y centrada geográficamente en comparación con los primeros dos años. Mientras que antes la Plaza de Tiananmen era el lugar donde iban a usarse todas las pancartas, en los últimos años se han multiplicado y difundido a una gama creativa de lugares y espacios. En cualquier mañana uno podría despertarse para ver pancartas colgadas de puentes, balcones de apartamentos, árboles, postes telefónicos, e incluso las paredes de la estación de policía local.

Sin embargo, últimamente no sólo cuelgan eslóganes afirmativos. Ahora los carteles exponen a personas, o entidades responsables de la persecución y se pegan en lugares específicos cuando los problemas salen a la luz. Los practicantes de Falun Dafa a menudo investigan una región determinada después de enterarse de abusos contra los derechos humanos, muchas veces torturas a manos de cierto oficial de policía. La idea es “exponer localmente”, como se le llama, y el efecto es a menudo inmediato y palpable. Un guardia de la prisión abusivo podría despertar algún día y ver volantes pegados en las paredes de su edificio detallando sus actos de maldad en el centro de detención local; sus vecinos probablemente habrán recibido el volante, al igual que sus parientes, compañeros de trabajo y varios otros. En un país donde “salvar la cara” lo domina todo, la experiencia ha demostrado que los matones pueden ser “avergonzados directamente”, por así decirlo.

Este tipo de exposición adquiere un valor añadido cuando se publica en línea y llama la atención del mundo exterior. Si bien no es una hazaña simple sacar esa información fuera de China, una gran cantidad todavía logra pasar. Una parte formidable del paquete es el sitio web “Fawanghuihui.org” (“Red de Justicia Extensa”), que en cualquier momento podría ofrecer perfiles de hasta 51.000 “malhechores”. Un registro típico incluye el nombre, la unidad de trabajo, el sexo, el cargo y el número de teléfono de la autoridad.

La última parte –el número de teléfono– es crítica y se vincula con otro esfuerzo fundamental, de proporciones increíbles: las llamadas telefónicas. Como las oficinas de peticiones están selladas para los practicantes de Falun Dafa, y sin ayuda en los tribunales, los practicantes han tenido que convertirse en un sistema legal para sí mismos. Si sitios web como Fawanghuihui.org y Minghui.org sirven como tribunales virtuales, las llamadas telefónicas a los perpetradores son, sin duda, una de las sentencias. En toda China y desde países de todo el mundo, los practicantes han estado realizando un número asombroso de llamadas a los directamente responsables del sufrimiento del grupo perseguido.

Pero, ¿cuál es la esperanza? En este caso, no es tanto “avergonzarlos directamente”. Más bien, se remonta a las convicciones compartidas por los practicantes de Falun Dafa. Lo principal para ellos es que todo ser humano, sin importar cuán básicas sean sus acciones, contiene dentro las semillas de la bondad, y por este motivo, debe ser apreciado. Conmoverlos es visto como un acto de compasión; al dañar a los demás, el perpetrador se está dañando a sí mismo, en última instancia. Muchos describen sus conversaciones telefónicas como intentos de “despertar” el lado “bueno” del perpetrador, para despertar su conciencia. Algunas autoridades han declarado abiertamente por teléfono: “Nunca volveré a dañar a su gente, me equivoqué”. Las victorias en la vida vienen en muchas formas.

Dado que no hay espacio público permitido a Falun Dafa en China, ya sea físico o social, victorias como estas se comparten en espacios virtuales, como el Internet. Allí, no hay ninguna entidad de mayor importancia que el sitio web Minghui.org. Ahora, en su octavo año, el sitio une comunidades tanto dentro de China como en todo el mundo, y mucho más. Produce una variedad de publicaciones listas para imprimir y distribuir en China, incluso ofreciendo videos breves para grabar en CD, con una selección de varias etiquetas discretas. Allí se pueden encontrar incluso las tuercas y los tornillos de la protesta no violenta exitosa: una de las páginas web muestra el diagrama de las partes y el montaje de un banner con ‘resorte’ (por falta de un término mejor) con el cual uno puede lanzar y desplegar una pancarta en lo alto, de las copas de los árboles o a través de los cables telefónicos, completamente seguro y sin ningún riesgo de lastimar a alguien.

Las publicaciones diarias en línea de este sitio web, por su parte, se han convertido en una verdadera mina de oro de información e inspiración. Las denuncias de persecución en China documentan la tortura e identifican a las víctimas que necesitan ayuda; los relatos de las actividades en todo el mundo proporcionan esperanza y conciencia; el foro es un lugar para el intercambio de ideas; los ensayos personales narran el crecimiento de los individuos en la práctica y la fortaleza frente a la opresión; y, por supuesto, las “declaraciones solemnes” permiten que aquellos que han sido quebrados por la tortura y el lavado de cerebro comiencen de nuevo. En un solo día, el sitio podría recibir comunicaciones de varios cientos de personas.

Esto no es, por supuesto, tan fácil como parece: Minghui.org y todo lo relacionado están prohibidos por el régimen chino, y una mera visita a sus páginas web desde dentro de China, si logra eludir los bloqueos de Internet, podría llevar a un viaje a prisión.

Al mismo tiempo, un esfuerzo internacional coordinado resulta fundamental. Los practicantes de Falun Dafa en Occidente han trabajado rigurosamente desde los primeros días de la persecución para desarrollar y desplegar tecnologías de Internet que eluden la censura del régimen y han logrado un éxito asombroso. Considere esto: en 2005, los sitios web desbloqueados por el software de Falun Dafa recibieron en promedio más de 30 millones de visitas de los usuarios chinos al día. Sitios web como Voice of America y Radio Free Asia se han vuelto disponibles en el idioma chino a través de estas tecnologías, al igual que las versiones sin censura de motores de búsqueda como Google. Ningún otro grupo de activistas de Internet ha logrado acercarse remotamente a este grado de éxito. Y, de nuevo, esto a pesar de que casi todo se autofinancia y se hace de manera voluntaria.

En efecto, “un pequeño cuerpo de espíritus decididos”, al ser “encendido por una fe insaciable en su misión” puede alterar el curso de la historia. Gandhi lo sabía de primera mano.

Sin embargo, el Internet es sólo una de varias formas de ayuda desde el extranjero. Se podría decir que los practicantes de Falun Dafa en Occidente han igualado, a su manera, los sacrificios de sus compañeros de China continental. Por ejemplo, mientras algunos en China llamaban a cárceles y campos de trabajo para hablar con guardias abusivos, los practicantes que estaban fuera de China también hacían esas llamadas. Para 2005, se habían llevado a cabo entre 30 y 40 millones de llamadas. Las líneas telefónicas también se usaron para enviar información por medio del fax, y los practicantes en el extranjero enviaron a China un promedio de 300.000 mensajes cada mes. También han enviado materiales informativos en formato VCD y publicaciones variadas por correo hacia China.

Otros esfuerzos de la comunidad extranjera han incluido el uso intensivo de salas de chat por Internet, así como la transmisión de la programación de radio y televisión por satélite en China. Todo, de nuevo, hecho sin ninguna compensación financiera y sobre una base voluntaria, de tiempo libre. Tal es el poder de la convicción.

RENUNCIAS AL PARTIDO

Después de más de dos décadas de brutalidad, humillación y privación, en China, debido a sus creencias espirituales, los practicantes de Falun Dafa han llegado a ver el funcionamiento del aparato de persecución en un vívido descenso. Con el tiempo, se hizo una evaluación minuciosa, una mucho menos optimista, se podría decir.

Mientras que originalmente se podían identificar ciertas figuras clave detrás del terrible desastre (por ejemplo, Jiang Zemin, Luo Gan y Li Lanqing), y claramente muchos funcionarios no estaban de acuerdo con las medidas brutales (por ejemplo, Zhu Rongji), con el tiempo esa distinción se volvió cada vez menos clara; las tácticas de mano dura y las repetidas purgas erradicaron gradualmente la disidencia de las filas del partido, consolidando el aparato estatal. No estar de acuerdo era equivalente a arriesgar la carrera. Los más vigorosos en llevar a cabo la supresión aumentaban rápidamente de nivel, a través de incentivos vinculados a la obediencia en todos los niveles del sistema.

Se hizo evidente que el problema era el sistema del Partido Comunista en sí. “Es podrido, más allá de poder ser reparado”, dice Erping Zhang, un portavoz de Falun Dafa de Nueva York. “Cambiar o tratar de arreglar cualquier parte, por ejemplo los tribunales, no tiene sentido, cuando todo, desde los medios de comunicación hasta el sistema educativo y los campos de trabajo, es controlado por el partido y hecho para servir al partido. Más allá de la creencia, el problema es sistémico “.

Zhao Ming, que fue torturado en el campo de trabajo de Tuanhe de Pekín, se hace eco de la interpretación de Zhang. “Han estado haciendo esto a lo largo de la historia de la República Popular China. Durante la “Revolución Cultural” destruyeron y aniquilaron todas las creencias tradicionales chinas, incluyendo el confucianismo, el budismo y el taoísmo. Ningún occidental puede entender esto. Yo diría que no se pueden entender sus acciones con una mente normal”.

Para muchos, la intensidad de la crueldad y el odio que vieron que el partido impuso,  fomentó, en de acuerdo a Zhang y Zhao, una reevaluación. ¿Era sólo Falun Dafa? ¿O el partido había hecho esto antes, y de otras formas?

La respuesta fue articulada en una crítica del Partido Comunista, titulada “Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista Chino” o “Jiu-ping” (“Nueve Comentarios”), para abreviar, según su nombre en chino. La serie fue publicada por un periódico chino llamado Dajiyuan (The Epoch Times), al que aportaron varios practicantes de Falun Dafa. A sólo un mes de su lanzamiento (en noviembre de 2004), se habían enviado verdaderas ondas de choque a través de los pasillos de los gobernantes de China y en todo el país. Para entonces, Meng Weizai, el ex director de la Oficina de Arte y Literatura de China, junto con Huang Xiaoming, un medallista olímpico, habían declarado que renunciaban al partido. Pronto, comenzó una avalancha de renuncias que se confirmó involuntariamente por las negaciones oficiales de la agencia de noticias estatal Xinhua. Pronto siguieron otras acciones desconcertantes del partido, tales como sesiones de estudio obligatorias y campañas para aumentar la “disciplina del partido” y “preservar la naturaleza de vanguardia” del partido. ¿Estaba nervioso el liderazgo? Esto sólo hizo que se despertara el interés por los “Nueve Comentarios”.

En poco tiempo, las renuncias diarias de 100 a 200 al partido aumentaron a miles; el día de este escrito habían renunciado 33.613 personas, mientras que para junio de 2007 el recuento fue de 958.587. (Cabe señalar que “renunciar” se refiere al partido en sí y a sus dos organizaciones afiliadas: la Liga Juvenil y los Jóvenes Pioneros, a los que muchos se unen en China a una edad temprana, con “juramentos de sangre”.)

Pero, ¿por qué una respuesta tan dramática, y de tanta gente? Stephen Gregory, editor de The Epoch Times, explica lo siguiente: “Después de 55 años de mentiras y terror, el pueblo de China ahora tiene la oportunidad de conocer su verdadera historia. Por primera vez, pueden compartir entre sí las tremendas pérdidas que han sufrido bajo el Partido Comunista Chino. Por primera vez, pueden alejarse de la pesadilla comunista y apreciar la belleza y el significado de la antigua civilización que el Partido Comunista ha trabajado tan duro para destruir”.

Los comentarios de Gregory sugieren dos puntos importantes. En primer lugar, para muchos, los “Nueve Comentarios” y la oportunidad de romper con el partido es casi catártico, una limpieza del alma y una ocasión para la sanación y la reconciliación con uno mismo y el pasado. En segundo lugar, también es una recuperación, la recuperación de la cultura y la historia chinas, que han estado cautivas de los antojos y caprichos del partido durante casi seis décadas. El comunismo, como los “Nueve Comentarios” de manera conmovedora, es el producto del pensamiento europeo del siglo XIX, no de la China tradicional.

Desde esta perspectiva, se podría decir que los “Nueve Comentarios” representan un acto de despolitización, en lugar de lo contrario. Es decir, buscan desenredar el espectro del comunismo de todas las cosas chinas en las que se ha injertado y politizado de las maneras más viles: imagine que Confucio está siendo tachado de “contrarrevolucionario” o que los niños sean hechos para aplastar estatuas budistas por ser “superstición feudal”. Del mismo modo, para los practicantes de Falun Dafa, es el último acto de despolitización, en la medida en que los Comentarios son una invitación personal a la renovación y recuperación de sí mismo, un ser libre de la política del partido, libre de abusos arbitrarios, libre de terrible crueldad. Es lo último en resistencia no violenta: resistencia o cambio para el alma.

IMPACTO

Si las pancartas no son necesariamente un buen indicador de las cosas, las declaraciones públicas de la gente, por el contrario, sí, lo son. El creciente coro de voces de toda China sugiere que todos los esfuerzos de los practicantes de Falun Dafa están teniendo un enorme impacto.

A partir del 2000, las figuras prominentes de China habían comenzado a citar el ejemplo de los esfuerzos no violentos de los practicantes de Falun Dafa. Según un informe Reuters en septiembre, el poeta chino Huang Beiling había “llamado a los intelectuales del país a seguir el ejemplo de los meditadores Falun Dafa para luchar contra la opresión del gobierno a través de la desobediencia civil generalizada”. El artículo citó a Huang diciendo: “Han estado haciendo esto pacíficamente. Cuando son golpeados, no devuelven el golpe. La comunidad intelectual debería hacer lo mismo”.

Liu Binyan, a menudo llamado “la conciencia de China” y el periodista más importante del país en los últimos 50 años, describió a los practicantes de Falun Dafa como teniendo “una valentía sin precedentes”, explicando que “estas personas han insistido en ejercer sus derechos a pesar de que saben perfectamente que serán arrestadas y algunas incluso podrían enfrentar la pena de muerte. Este tipo de actitud no tiene precedentes en los 50 años de historia de la República Popular China”.

Esa actitud y los esfuerzos de los practicantes de Falun Dafa dentro de China para transmitirla a los demás, están fomentando una admiración que no se ha visto en los primeros años. Por ejemplo,  la temporada pasada, se publicaron en línea cientos de saludos y felicitaciones para el Sr. Li Hongzhi, maestro de Falun Dafa, pero esta vez hubo un cambio. Concretamente, las felicitaciones no provenían de los seguidores de Falun Dafa, sino de partidarios y observadores que encontraron inspiración en la conducta de Falun Dafa. El Sr. Hu Ping, un destacado intelectual y autor chino, describió el empalme de cables de Falun Dafa, refiriéndose a la intercepción de las líneas de una importante red de televisión por cable, como una “hazaña impresionante”, y describió a la figura principal, Liu Chengjun, como un “héroe de Falun Dafa” y “un mártir en la lucha por la libertad de expresión”.

El impacto de los “Nueve Comentarios” ha sido particularmente visible. Tomemos, por ejemplo, la llamada presentada por Gao Zhisheng, un cristiano y uno de los abogados más prominentes de China. “En cuanto a cómo lograr un cambio no violento, diría que los practicantes de Falun Dafa han logrado encontrar un medio que no conduzca al derramamiento de una gota de sangre. Ese enfoque es, persuadir a la gente a renunciar al partido malvado, un partido que ha hecho todas las formas de maldad imaginables en este mundo. ¡Mi sugerencia es renunciar al partido y estar más cerca de Dios!” Gao, para que conste, se ha referido a su propia renuncia al partido como “el día más orgulloso de mi vida”.

En los últimos años, se ha observado un aumento significativo de una serie de desertores de China, cada uno con una historia que involucra a Falun Dafa y un cambio de corazón. Chen Yonglin, por ejemplo, que era Cónsul de Asuntos Políticos del Consulado General de China en Sídney, se cansó de su trabajo allí, que consistía, en gran parte, de espiar (ilegalmente) a los practicantes locales de Falun Dafa. Un desertor arrepentido (a Canadá), Han Guangsheng, era jefe de la Oficina de Justicia de Shenyang [Ciudad], y supervisó los campos donde torturaban a los practicantes de Falun Dafa. Otro que desertó a Australia, Hao Fengjun, había sido un oficial de policía en la famosa Oficina 610 de China, encargada de erradicar el grupo.

Cada uno huyo de China por una mezcla de convicción y arrepentimiento, conociendo plenamente los riesgos de hacerse público el problema.

Los tres han declarado que fue la lectura de los Nueve Comentarios la que les inspiró a renunciar.

Si bien las autoridades del partido han tratado de restarle importancia al impacto de los “Nueve Comentarios”, la medida nació del miedo, no de la confianza. Consideremos lo siguiente: un estudio de 2005 realizado por OpenNet Initiative —un proyecto colaborativo entre institutos de la Universidad de Toronto, Harvard y Cambridge— descubrió que el 90% de los sitios web chinos probados que contenían referencias a los “Nueve Comentarios” (Jiu-ping) estaban bloqueados en China— uno de los tres índices más altos que se encuentran en el estudio.

Tal vez, el cambio más dramático de todos ha sido el de las masas de ciudadanos chinos que fueron coaccionados para maltratar a los practicantes de Falun Dafa. Los ciudadanos chinos no practicantes escriben declaraciones “solemnes”, como las discutidas en este artículo anteriormente, para publicarlas en el sitio web Minghui.org. Uno tras otro, describen haber sido intimidados, coaccionados y amenazados para oponerse a Falun Dafa.

En un relato conmovedor, un hombre de apellido Feng describió cómo los programas de propaganda estatales que demonizan a Falun Dafa lo dejaron aterrorizado. En ese momento, estaba tan asustado por tener el libro de Falun Dafa en su casa, que decidió quemarlo. Poco después, se enfermó gravemente. Un encuentro fortuito con un amigo hizo que recibiera una de las publicaciones de Minghui.org, que habían impreso los seguidores de Falun Dafa en China después de acceder al sitio a través de la tecnología anti-bloqueo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los programas de televisión lo programaron para odiar, al igual que los periódicos estatales. “Falun Dafa no debe ser perseguido”, escribió Feng en su declaración, y prometió cambiar y mejorarse a sí mismo; comenzó a recitar silenciosamente “Verdad, Benevolencia, Tolerancia” —las virtudes guía de Falun Dafa— para sí mismo, sólo para descubrir, unos días después, que “¡todas mis dolencias habían desaparecido!”. Feng termina su carta pidiendo perdón.

Hasta la fecha, se han publicado más de 55.000 declaraciones públicas como la de Feng, recibiéndose cientos de cartas cada semana.

Incluso aquellos que no mejoraron su conducta, afirmaron tácitamente este impulso creciente. Parece que saben que la historia no está de su lado. Chen Yonglin ha indicado, por ejemplo, que muchos funcionarios del partido de alto rango han comenzado ansiosamente a enviar a familiares al extranjero. Jiang Zemin y Zeng Qinghong, importantes figuras de la orquestación del genocidio, han tratado de obtener la certificación de su estatus migratorio en Australia, dice Chen. “Vamos a ver el colapso del partido en un futuro próximo”, dice Chen con confianza.

Otro indicio llegó en 2005, cuando varias fuentes dentro de China hablaron de órdenes improbables dadas dentro del aparato de seguridad del Estado. ¿Cuál era el plan esta vez? El de  empezar a destruir documentos relacionados con la campaña anti-Falun Dafa. La medida fue descrita como “trabajo de encubrimiento” antes de una inversión anticipada en la política de Falun Dafa.

O, tal vez, se trata de una reversión mayor: la del gobierno político. Según fuentes en China, el 25 de marzo de 2006, la sede del partido en la provincia de Heilongjiang emitió una circular ordenando que se destruyan todos los documentos clasificados emitidos por las oficinas centrales o provinciales del partido. Esta vez, no fue sólo por el asunto de Falun Dafa, sino de las operaciones comunistas en general.

¿ Ya ha cambiado el curso de la historia?

La evaluación de Hu Ping, de nuevo, parece profética. Escribiendo en 2004, Hu dio su apoyo al declarar que “Falun Dafa no puede ser derrotado. El gobierno  comunista de China es uno de los regímenes políticos más poderosos y dictatoriales del mundo. Durante cinco años ha movilizado a toda la nación como una sola máquina para destruir a Falun Dafa, pero no ha tenido éxito. Falun Gong ha mantenido su integridad durante este juicio horrendo y sin precedentes”.

“Incluso los poco informados no tienen ninguna duda de que la supresión terminará en fracaso total. No se puede subestimar la vitalidad de Falun Dafa, y sus perspectivas de futuro son brillantes”.

Pero, ¿cómo es eso un augurio para China? ¿Necesita el cambio ser amenazante? La evaluación de Hu es tranquilizadora: “Falun Dafa va a desempeñar un papel importante en el renacimiento de los valores morales en China”.

Para todos los que estamos en Occidente que usamos pasta de dientes, o tenemos mascotas para alimentar, eso en sí es una razón para celebrar.


Levi Browde es Director Ejecutivo del Centro de Información Falun Dafa. Vive en Nueva York con su esposa y sus dos hijos.